Es de justucia situal al cineasta Basilio Martín Patino en el lugar que le corresponde en el cine español, que sería en un puesto muy alto. Volver a redescubrir su película documental Queridísimos verdugos es todo un lujo. Una película sordida, macabra y surreaslista de los últimos verdugos de la España de Franco.
La manera de abordar este tema nos recuerda a Berlanga o al propio Buñuel. Situal a los tres últimos verdugos en una tasca, comiendo y bebiendo y hablando con una cotidianidad pasmosa de la muerte, el garrote vil, definido como una muerte artesanal.
Hombres que son victimas de sí mismos, de sus penurias y miserias y que sin plantearselo acabaron como verdugos, verdugos por penurias económicas de posguerra. Una reflexión parecedia la hizo Berlanga con su obra maestra El verdugo.
A parte del testimonio de estos tres hombres, nos econtramos con el testimonio de un psiquiatra que asistió a una ejecución y desde entonces no ha podido olvidar esa escena, quedó marcado de por vida. O la breve historia que nos ofrece Patino sobre las ejecuciones, donde resulta pasmoso comprobar como desde siempre la muerte ha sido un espectaculo morboso que exita a las masas.
Hay escenas que son de una profundidad inusitada, como la del verdugo caminando por las calles navideñas al son de villancicos; una escena que habla por sí misma. O el final de la película; la petición de clemencia. Junto con Canciones para despues de una guerra, este es uno de los mejores trabajos de Basilio Martín muy dignos de recuperar como obra cinematográfica y como documento histórico.
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