Posiblemente esta película sea el mayor éxito y la mejor película del
cine religioso en España. Todo empezó cuando el director, Rafael Gil,
conoció al escritor y productor Vicente Escriva que había alcanzado el
Premio Nacional de Literatura y entre sus grandes guiones figuraba el de
“Balarrasa”.
Rafael Gil leyó el argumento que Escrivá había redactado sobre las
apariciones de María en Fátima y quedó entusiasmado. Enseguida ambos
firman un acuerdo de colaboración con la productora que Vicente Escrivá
acababa de fundar: Aspa Films. Es el comienzo de una aventura creadora
que proporciona numerosos éxitos al cine español.
La película fue rodada en los estudios CEA y los exteriores en
Portugal, en Fátima. De hecho se estrenó primero allí. El éxito de la
película fue espectacular en España y también en todo el mundo. Incluso
el Papa Pío XII recibió en audiencia privada a su director, Rafael Gil,
testimoniándole personalmente su admiración por la película. El Papa le
dijo que “La Señora de Fátima haría más por la fe que muchas homilías y
que muchos documentos eclesiásticos”.
Decir que debido al éxito de esta película, en 1952 el cine de
Hollywood presentó su copia con la película “El mensaje de Fátima”,
dirigida por Johnn Brahm y propucida por la Warner Bros. La película es
digna y ortodoxa, bien rodada y emocionante, pero no alcanza la calidad
de la de Rafael Gil ni su maravillosa fascinación.
La Señora de Fátima fue un acontecimiento mundial, estrenada en más
de 17 países. Esto solo sería igualado años después con “Marcelino pan y
vino” de Ladislao Vajda. El prestigio de la película no ha disminuido,
pese a los ataques sectarios de algunos críticos que se tienen por
cultos solo por criticar todo lo rodado en esta época. Es una obra
llena de emoción sincera.
La película cuanta la historia de tres pastores a los que se les
aparece María, la madre de Jesús, y aunque nadie les cree de esa
aparición, ellos permanecerán fieles a lo que vieron y ante el ataque de
las autoridades comunistas de la época que trataran de hacer fracasar
por todos los medios los acontecimientos que se van produciendo en el
pueblo de Cova de Iria.
Rafael Gil pinta con verismo y emotividad la vida tranquila de un
pequeño pueblo portugués. Logra describir con convicción los
sentimientos religiosos de los chicos, sobre todo de Lucía. Integra
perfectamente en la acción hasta dónde puede llegar la perversidad de
los enemigos de la religión, y logra su punto culminante en la
prodigiosa aparición final, que supone uno de los momentos más
impresionantes de la historia del cine español. El doble milagro que
muestra a la mujer paralitica del líder ateo levantándose hacia la gruta
donde aparece la Virgen María, y al niño ciego que, en brazos de su
padre, comienza a vislumbrar la luz. Es pura antología cinematográfica y
no puede contemplarse sin lágrimas en los ojos.
Todos los elementos de esta película son de primer orden: la
fotografía de Michael Kelber, los decorados de Enrique Alarcón, el
montaje de Jose Antonio Rojo, la música inspirada de Cristóbal Halffter y
el reparto, donde brilla con luz propia Inés Orsini en el papel de
Lucía, que ya había triunfado en la película italiana “Cielo sobre el
pantano”, así como los otros dos adolescentes María Dulce y Eugenio
Domingo. Jóvenes actores que supieron dotar a sus personajes de
infinita ternura y privilegiada inocencia.
La Señora de Fátima es una obra ingenua y pura, realizada desde la fe
del creyente que intenta comprender, sin dobleces ni engaños, simple y
sencilla, pero también grandiosa por su maravilloso mensaje. El mensaje
que dio María a los niños en Fátima, cuyo contenido completo solo lo
conocen los Pontífices en Roma, no han dejado de cumplirse ni una de sus
profecías. Una de las últimas profecías de ese mensaje se está
cumpliendo actualmente (año 2020).
¿Sabes lo que es un flashback?
martes, 19 de mayo de 2020
domingo, 10 de mayo de 2020
LA CALLE SIN SOL
Esta película pertenece a la mejor etapa del
gran cineasta Rafael Gil como demuestra este drama humano que entronca con los
grandes clásicos de Hollywood, un cine que produce emoción y que es como un
escorzo de vida humana.
La
calle sin sol tiene un esplendido guión del escritor Miguel Mihura, autor
de “Tres sombreros de copa” o de “Ninette y un señor de Murcia”. La película
llegó incluso a obtener la declaración de interés nacional, que no estuvo en absoluto desacertado dado que su
prestigio no ha hecho sino aumentar con el tiempo. Incluso el gran escritor
Fernando Vizcaíno Casas llegó a afirmar que esta era la mejor película de su
director.
La película tiene un guión sólido que
recuerda al realismo poético francés rodado con brillantez. La película narra
la historia de Mauricio, un fugitivo extranjero que se refugia en Barcelona,
donde es acogido en un restaurante del barrio chino. Se enamora de la hija del
dueño, pero su relación se pone en peligro cuando todos los indicios le señalan
como sospechoso principal de un crimen ocurrido en el vecindario.
El estilo y el tono de La calle sin sol se inspira en el clásico thriller americano, al
estilo más romántico y poético de “Retorno al pasado” de Jacques Tourneur.
Rafael Gil sabe captar esa atmosfera y pinta con acertado realismo el ambiente
del barrio chino barcelonés, sus gentes y costumbres, logrando dos momentos de
absolutamente antológico, uno de matiz costumbrista: el vendedor charlatán que
actúa en la calle y que interpreta a la perfección Manolo Morán: el otro de
sabor poético y dramático: los habitantes de la calle solo pueden ver el sol
unos instantes al día, y en ese momentos todos se colocan frente
a él para sentir sobre sus cuerpos la débil caricia de unos tímidos
rayos de sol. Es sin duda una de las
tres o cuatro mejores escenas de toda la historia del cine español. Estos
retazos magníficos la convierten en un precedente del mismo neorrealismo, años
antes de “Surcos” y en el mismo año que “Ladrón de bicicletas”.
Antonio Vilar encarna magistralmente al
fugitivo que oculta un misterio y se esconde en la taberna, y Amparo Rivelles
logra una de las mejores interpretaciones de su carrera en el papel de la
enamorada. Junto a ellos brillan con los propia los secundarios llenos de
convicción como Antonio Morán, José Nieto, que da vida a un pobre vecino que
vive con su mujer ciega, Mary Delgado, Alberto Romea, Julia Caba en un papel
simpatiquísimo, y Ángel de Andrés como el pobre admirador ignorado de Amparo
Rivelles, que encarna a un pintor de cristales.
El misterio del inicio se trona en historia
romántica, sin abandonar nunca la descripción costumbrista: el comisario, el
mendigo, el charlatán, la mujer ilusionada, el limpiabotas, el cristalero, la cocinera,
la portera… para después convertirse en relato policiaco, y volver finalmente a
la poesía. Todos los ingredientes se integran en una puesta en escena
invisible, a la manera de los clásicos americanos: contenida, eficaz y
brillante, que revela a un auténtico director de cine, no solo a un artesano
con oficio, sino a un creador capaz de inspirar un mundo y un expresión propia
en las película.
Pero como en las grandes obras
cinematográficas, la riqueza de La calle
sin sol, no es para describirla con comentario, sino para disfrutarla en toda
su dimensión. De esta forma comprobaremos hasta que punto han sido falsas y
manipuladoras muchas “historias del cine” que sobre el cine español de esta
época pululan por ahí y comprobaremos que este clásico del cine negro, poco
tiene que envidiar a los que se hacían en Hollywood por esos mismos años.
En La
calle sin sol hay descripción exacta
de la realidad, con sus miserias (el personaje de José Nieto y su mujer ciega),
las trampas para sobrevivir, las ilusiones, los fracasos. No se pinta una vida
cómoda, sino al contrario, difícil y con estrecheces. Aunque enmarcados luego
en un sistema general de valores positivos.
Los actores están brillantes, y como digo,
el argumento y el estilo se encuentran en el nivel adecuado del cine que en
esos años se filma en EEUU y Europa occidental. El ritmo es adecuado, montaje,
elementos técnicos…
En definitiva, la contemplación serena y sin
prejuicios de La calle sin sol sirve
para reivindicar a Rafael Gil como gran director, mucho más que docenas de
páginas tratando de llegar a la misma conclusión. Porque con el paso del tiempo
La calle sin sol se ha convertido en
una referencia ineludible para conocer el cine español de la década de los
cuarenta, y desde luego, para estudiar la figura de uno de sus hombres claves:
Rafael Gil.
domingo, 3 de mayo de 2020
LA FUERZA DEL CARIÑO
Aunque desde que murió mi madre hace hoy tres años me cuesta
mucho volver a ver esta película, hoy quiero intentar escribir sobre ella, una
película que sin pretenderlo se fue convirtiendo en especial. En una
experiencia llena de contrastes, de sombras y luces, de sonrisas y lágrimas… Una
película de amor, vida y muerte.
A partir de una
excelente novela de Larry McMurtry, James L. Brooks logró crear todo un
humanismo cautivador, unos cuadros emocionales sobre las vidas de una madre y
una hija a lo largo de varias décadas.
“La fuerza del cariño” es la historia de
Aurora Greenway, una acomodada viuda de la clase media alta de Huston cuya
petulante y extravagante forma de ser se halla en las antípodas del talante llano y sin grandes ambiciones de
su hija Emma, a la que tuvo que cuidar desde muy pronta edad ante el repentino
fallecimiento de su marido.
En base a estas dos personalidades
antagónicas “La fuerza del cariño” compone un mosaico de vivencias en que el amor profundo que vertebra las relaciones
entre estas dos mujeres emergerá plenamente con toda su fuerza cuando a la
joven se le diagnostique un cáncer terminal.
Cada una de las escenas, de los fragmentos
que componen esta obra maestra de “La fuerza del cariño” nos descubre piezas
definitorias de la evolución intima de sus protagonistas que nos llegan al
corazón gracias a la fuerza de sus interpretaciones que transmiten tanta
realidad y convicción.
Aurora, interpretada magistralmente por
Shirley MacLaine es una madre sobreprotectora que convertirá a su hija en
objeto de sus propensiones críticas, de su arrogante autosuficiencia, mientras
que Emma, interpretado por una vitalidad increíble por Debra Winger, basculará
desde pequeña entre el rechazo a toda la superficialidad que desprende su madre
y de una dependencia afectiva de tan imponente figura materna .
Aurora siempre le reprocha a su hija Emma la
poca atención que pone a su cuidado personal, a su desprecio por la observación
de las buenas maneras, incluso se negará a ir a la boda de su propia hija por
haberse casado la mediocridad de su novio como individuo y el desastre conyugal
que forzosamente ha de derivarse de tamaño error…Incluso llegará a recomendar a
Emma que aborte cuando se quede
embarazada por tercera vez de su mezquino marido… Y durante todo este periplo
se irá alternando entre ellas un lenguaje de amor, un belicoso lenguaje de
amor, en el cual cada discusión no es más que otro preámbulo para un nuevo
acercamiento materno-filial.
Aurora surcará el arco existencial de su hija aprendiendo de todo cuanto recibe
de ella, aún chocando con muchas de sus convicciones, aprenderá el valor
fundamental de dejar al desunudo nuestro ser ante hechos y circunstancias que
deben nutrir de sentido y modesta trascendencia nuestras vidas. Aprenderá la importancia de su rol de abuela que gracias a Emma tendrá la
oportunidad de desarrollar, aprenderá lo absurdo que es darle la espalda a la
posibilidad de gozar de un romance otoñal con sexualidad incluida que su hija
le animará a obtener de su peculiar vecino el astronauta, interpretado por Jack
Nicholson en estado de gracia. Y sobre
todo aprenderá la necesidad de despojarse de lo accesorio poniendo coto a su
propia vanidad cuando la muerte afila sus colmillos para apresar a quienes más
quieres en este mundo…
Es al final de la película, tras la llegada
de la tragedia, cuando Aurora habrá completado una dolorosa formación como
madre, que la hará crecer como persona e instalarse por siempre en lo esencial
de cuanto la rodea.
Emma también es madre, aunque asumió su
maternidad de un modo totalmente distinto
al de su madre. Va a encontrar grandes dificultades a la hora de
conciliar disciplina y comprensión en sus tormentosas relaciones con Tommy, su
hijo mayor en plena pre adolescencia. Y también tendrá que lidiar con el
pequeño Teddy, su hijo mediano, cuando el niño ve como el ideal de hogar y
madre que tenia, se estrella en desavenencias y adulterios que han conformado
Emma y su marido Flap.
Pero el amor
de una madre es poderoso. El amor de una madre es sacrificio, comprensión y
perdón. Y Emma dará muestra de ello
cuando llega el momento de despedirse de sus hijos entes de morir. Primero
cuando le pide a su amiga del alma (…) en el hospital que la maquille mucho,
que sus hijos no noten lo pálida que
esta y saca fuerzas de donde ya no las hay para hablar con ellos. Y le dirá a
Tommy sabe que ahora está enfadado con ella, que cuando pase su etapa de
rebeldía y ella ya no este, quizá se sienta culpable por haberla odiado en
estos momentos, pero cuando ese sentimiento de culpabilidad te llegue, le
dice, entonces deberá recordad que ella
ya sabía cuánto la quería, que nunca dude ni por un momento que ella ya sabía
el amor de su hijo por ella a pesar de sus enfados y rebeldías… ¿Puedo haber
una amor tan grande de una madre por un hijo ahorrándole el futuro sufrimiento
de culpabilidad que tendrá cuando se mayor y se acuerdo de lo mal que se portó
con su madre en esos duros momentos? Es
el amor de madre hecho cine. Una escena devastadoramente hermosa, una madre
moribunda protegiendo a su hijo de futuros males: del sentimiento de culpabilidad.
Para todo este tercio final de la película
hizo mucho sobresaliente composición interpretativa de Winger, donde nada hay impostado,
transmite una sensación de realidad, de frescura, de ternura, que dota al
personaje de Emma de una fuerza inigualable. Que unido al de Shirley y su
poderosa Aurora, hacen una complementación chispeante y dramática a la vez. Un
trabajo portentoso que supone un deleite pocas veces logrado en el cine y en
ninguna otra película de James L. Brooks.
Y la siguiente escena de fuerza dramática le
corresponde al personaje de Shirley Maclaine, cuando ya su hija ha entrado en
fase terminar irreversible: ya no puede hablar, ya no está consciente… Es el
momento de la amarga espera. Y cuando llega el momento explotará en llanto su
madre dando voz a la terrible contradicción existente entre el deseo de que
cese la agonía de su hija y el anhelo de tenerla con vida y no tener que despedirse:
“- ¡Qué
estúpida soy! Soy tan estúpida que creía que cuando todo acabara sería un
alivio… ¡Mi pobre hija! …No hay nada más amargo.”
Hasta que finalmente llega la triste paz, y
cierta armonio en la escenas finales de
aquellos que aún quedan a nuestro lado y siguen dando calidez a nuestras vidas.
Armonía que se trasluce en la sonrisa de Aurora al contemplar a su nieta y a su
vecino el astronauta jugando…Una parte de la vida de Emma que sigue.
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