Aunque desde que murió mi madre hace hoy tres años me cuesta
mucho volver a ver esta película, hoy quiero intentar escribir sobre ella, una
película que sin pretenderlo se fue convirtiendo en especial. En una
experiencia llena de contrastes, de sombras y luces, de sonrisas y lágrimas… Una
película de amor, vida y muerte.
A partir de una
excelente novela de Larry McMurtry, James L. Brooks logró crear todo un
humanismo cautivador, unos cuadros emocionales sobre las vidas de una madre y
una hija a lo largo de varias décadas.
“La fuerza del cariño” es la historia de
Aurora Greenway, una acomodada viuda de la clase media alta de Huston cuya
petulante y extravagante forma de ser se halla en las antípodas del talante llano y sin grandes ambiciones de
su hija Emma, a la que tuvo que cuidar desde muy pronta edad ante el repentino
fallecimiento de su marido.
En base a estas dos personalidades
antagónicas “La fuerza del cariño” compone un mosaico de vivencias en que el amor profundo que vertebra las relaciones
entre estas dos mujeres emergerá plenamente con toda su fuerza cuando a la
joven se le diagnostique un cáncer terminal.
Cada una de las escenas, de los fragmentos
que componen esta obra maestra de “La fuerza del cariño” nos descubre piezas
definitorias de la evolución intima de sus protagonistas que nos llegan al
corazón gracias a la fuerza de sus interpretaciones que transmiten tanta
realidad y convicción.
Aurora, interpretada magistralmente por
Shirley MacLaine es una madre sobreprotectora que convertirá a su hija en
objeto de sus propensiones críticas, de su arrogante autosuficiencia, mientras
que Emma, interpretado por una vitalidad increíble por Debra Winger, basculará
desde pequeña entre el rechazo a toda la superficialidad que desprende su madre
y de una dependencia afectiva de tan imponente figura materna .
Aurora siempre le reprocha a su hija Emma la
poca atención que pone a su cuidado personal, a su desprecio por la observación
de las buenas maneras, incluso se negará a ir a la boda de su propia hija por
haberse casado la mediocridad de su novio como individuo y el desastre conyugal
que forzosamente ha de derivarse de tamaño error…Incluso llegará a recomendar a
Emma que aborte cuando se quede
embarazada por tercera vez de su mezquino marido… Y durante todo este periplo
se irá alternando entre ellas un lenguaje de amor, un belicoso lenguaje de
amor, en el cual cada discusión no es más que otro preámbulo para un nuevo
acercamiento materno-filial.
Aurora surcará el arco existencial de su hija aprendiendo de todo cuanto recibe
de ella, aún chocando con muchas de sus convicciones, aprenderá el valor
fundamental de dejar al desunudo nuestro ser ante hechos y circunstancias que
deben nutrir de sentido y modesta trascendencia nuestras vidas. Aprenderá la importancia de su rol de abuela que gracias a Emma tendrá la
oportunidad de desarrollar, aprenderá lo absurdo que es darle la espalda a la
posibilidad de gozar de un romance otoñal con sexualidad incluida que su hija
le animará a obtener de su peculiar vecino el astronauta, interpretado por Jack
Nicholson en estado de gracia. Y sobre
todo aprenderá la necesidad de despojarse de lo accesorio poniendo coto a su
propia vanidad cuando la muerte afila sus colmillos para apresar a quienes más
quieres en este mundo…
Es al final de la película, tras la llegada
de la tragedia, cuando Aurora habrá completado una dolorosa formación como
madre, que la hará crecer como persona e instalarse por siempre en lo esencial
de cuanto la rodea.
Emma también es madre, aunque asumió su
maternidad de un modo totalmente distinto
al de su madre. Va a encontrar grandes dificultades a la hora de
conciliar disciplina y comprensión en sus tormentosas relaciones con Tommy, su
hijo mayor en plena pre adolescencia. Y también tendrá que lidiar con el
pequeño Teddy, su hijo mediano, cuando el niño ve como el ideal de hogar y
madre que tenia, se estrella en desavenencias y adulterios que han conformado
Emma y su marido Flap.
Pero el amor
de una madre es poderoso. El amor de una madre es sacrificio, comprensión y
perdón. Y Emma dará muestra de ello
cuando llega el momento de despedirse de sus hijos entes de morir. Primero
cuando le pide a su amiga del alma (…) en el hospital que la maquille mucho,
que sus hijos no noten lo pálida que
esta y saca fuerzas de donde ya no las hay para hablar con ellos. Y le dirá a
Tommy sabe que ahora está enfadado con ella, que cuando pase su etapa de
rebeldía y ella ya no este, quizá se sienta culpable por haberla odiado en
estos momentos, pero cuando ese sentimiento de culpabilidad te llegue, le
dice, entonces deberá recordad que ella
ya sabía cuánto la quería, que nunca dude ni por un momento que ella ya sabía
el amor de su hijo por ella a pesar de sus enfados y rebeldías… ¿Puedo haber
una amor tan grande de una madre por un hijo ahorrándole el futuro sufrimiento
de culpabilidad que tendrá cuando se mayor y se acuerdo de lo mal que se portó
con su madre en esos duros momentos? Es
el amor de madre hecho cine. Una escena devastadoramente hermosa, una madre
moribunda protegiendo a su hijo de futuros males: del sentimiento de culpabilidad.
Para todo este tercio final de la película
hizo mucho sobresaliente composición interpretativa de Winger, donde nada hay impostado,
transmite una sensación de realidad, de frescura, de ternura, que dota al
personaje de Emma de una fuerza inigualable. Que unido al de Shirley y su
poderosa Aurora, hacen una complementación chispeante y dramática a la vez. Un
trabajo portentoso que supone un deleite pocas veces logrado en el cine y en
ninguna otra película de James L. Brooks.
Y la siguiente escena de fuerza dramática le
corresponde al personaje de Shirley Maclaine, cuando ya su hija ha entrado en
fase terminar irreversible: ya no puede hablar, ya no está consciente… Es el
momento de la amarga espera. Y cuando llega el momento explotará en llanto su
madre dando voz a la terrible contradicción existente entre el deseo de que
cese la agonía de su hija y el anhelo de tenerla con vida y no tener que despedirse:
“- ¡Qué
estúpida soy! Soy tan estúpida que creía que cuando todo acabara sería un
alivio… ¡Mi pobre hija! …No hay nada más amargo.”
Hasta que finalmente llega la triste paz, y
cierta armonio en la escenas finales de
aquellos que aún quedan a nuestro lado y siguen dando calidez a nuestras vidas.
Armonía que se trasluce en la sonrisa de Aurora al contemplar a su nieta y a su
vecino el astronauta jugando…Una parte de la vida de Emma que sigue.
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