Estamos ante
una de las mejores reflexiones hecha cine. La historia de un solitario
oficinista que no supera el divorcio de su esposa, sirve de pretexto para el
director Spike Jonze para hacer esta intensa reflexión
sobre la soledad, el individualismo, la sociedad líquida de la que habló
Zygmunt Bauman… Una deslumbrante crítica al vacío que produce sustituir lo real
por lo virtual.
La película en un supuesto futuro, que ya
casi es un presente, retrata la época
del individualismo por antonomasia. Todo queda reducido a la mera percepción
individual que aparentemente no necesita de nadie. Y ahí está el error del
protagonista, y por ende, de la sociedad. Este individualismo atroz lleva al
protagonista a sustituir el amor humano-corporal por una maquina-virtual
pensando que la maquina es lo que pude
darle satisfacción. Este individualismo-egoísmo genera una nueva situación: el “amor
líquido”, expresión de Bauman. Es decir un amor rápido, inestable, pasional… Una relación de bolsillo
que se guarda para poder sacar cuando haga falta. Son relaciones agradables y
breves y en las que solo importa la conveniencia. Es el deseo sin compromiso.
Sin futuro.
La película refleja lo que hoy ya es una
realidad; la urgencia consumista que ha distorsionado el terreno de los
afectos, forzándonos a pensar las
relaciones en términos de coste y beneficio. Relaciones para el consumo inmediato,
y si luego resultan ser defectuosas o no plenamente satisfactoria, pues como un
objeto más de consumo de usar y tirar, se intercambia por otra.
Una
escena muy ilustrativa en este sentido sobre la nueva forma individualista de concebir las
relaciones es la del protagonista que va deslizando rostros en su pantalla como
quien ojea un menú hasta encontrar la indicada para pasar la noche
virtualmente. Un placer egoísta que
genera en el protagonista una insatisfacción crónica al darse cuenta de lo
inhumana que es la situación: una absoluta desconocida con gustos necrófilos
gimiendo tras un teléfono. Una clara
crítica que hace Spike Jonze a la sensación de vacío que
produce el cibersexo en un individualismo desencarnado.
El personaje de Teodoro esta conectado pero
solo. Algo que le costará ver y entender. Una maquina no puede satisfacer el
deseo de plenitud. Aplicaciones de amor a la carta en búsqueda de
satisfacciones inmediatas, relaciones frágiles que traen consigo el
desconocimiento absoluto del otro, el incremento de la desconfianza y la
violencia.
Una de las claves para entender la película
y al protagonista, es la que le dice su ex pareja: “siempre quisiste tener una
mujer sin tener que enfrentarte a los problemas de la vida real”. La
virtualidad como una manera de eludir el compromiso, la duración, los problemas
interpersonales. Lo virtual permite conectarse parcialmente sin necesidad de
relevarse de manera total. Se crean así relaciones superficiales, conexiones
frágiles de las cuales resulta tan fácil salir como entrar. Relaciones enmarcadas
dentro de la lógica del consumo.
El “amor” virtual no concibe la dificultad ni
el sufrimiento ni los problemas, sino que han de ser relaciones breves, agradables
y fáciles. Se ve reflejado en la escena que después de una crisis entre Teodoro
y la máquina, esta le dice ha experimentado nueva sensaciones y ahora está
conectada con 8.316 usuarios y enamorada de 641. El amor líquido es un objeto
de consumo que no conoce lo que es la fidelidad, el sacrificio por el otro ni
la entrega. Solo importa el yo
individual en un incesante fluir y gozar de experiencias sensibles, furtiva, momentáneas
y fugaces.
La película hace una gran reflexión sobre la
soledad de la era moderna en la que cada cual vive “conectado” a un vació que
aleja de las personas reales, alternándolo con bellas imágenes de la noche, la
ciudad, los edificios. Miles de personas en sus hogares, pero aisladas, solas. El
gran dominio de la técnica video clip del directo le vale para retratar con
sensibilidad y cierta nota de tristeza esta situación.
Y por supuesto uno de los mejores trabaos de
Joaquín Phoenix, encarnando el hombre posmoderno por excelencia, desencantado,
frustrado, adicto a lo digital, eludiendo el compromiso, inmerso en la lógica consumista
de los desechable en la que cuando ya no funciona la relación, cambia la pareja por las
redes.
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