Ahora que están de moda programas como Master Chef, Pesadilla en el cocina, Top Chef y demás realitis culinarios, traigo a colación una interesante película de las pocas que hay dedicadas al mundo de la cocina, y además reciente, se trata de Julie & Julia, una película dirigida por Nora Ephron. Una película basada en hechos reales sobre la experta cocinera Julia Child.
La película es la historia de una joven que se siente irrealizada en su mediocre trabajo y decide dedicar un año a realizar todas las recetas de Julie de su famoso libro “Dominando el Arte de la Cocina Francesa” (Mastering the art of french cooking), e ir escribiendo sus impresiones en un blog que pronto tendrá machismos seguidores.
Es curioso que la historia del cine haya dedicado pocas películas al arte culinario. Esta película es un homenaje a la figura de la cocinera en una historia de superación y descubrimiento. Una historia contemporánea y otra de un tiempo no muy pasado. La película juega constantemente con el flashback y la actualidad para mostrarnos que ambas mujeres no son tan distintas. Ambas usan la cocina como medio de superación personal, como un autentico reto y como un autentico entrenamiento.
La figura del hombre aquí pasa a un segundo plano, solo son esos compañeros que disfrutan lo que hacen sus respectivas novias pero que no se involucran para nada. Y por supuesto Maryl Streep salva la película. Quizá de no ser por ella dudo mucho que esta película tenido mayor repercusión. Y aún así no tuvo el éxito esperado y la critica estuvo muy dividida. Sin duda por la poca costumbre de ver una película dedicada al mundo de la cocina. Esta es una película pionera, y además muy buena. Una comedia basada en sencillas historias en las que predominan el amor y la alegría de vivir. Optimista, divertida y tierna.
Un digno trabajo que sirve de pistoletazo de salida y precedente de una unión con mucha química: el cine y la cocina. Y que la película acabe con el tema Time after time... un signo de buen gusto que no tiene precio para los que amamos el jazz.
¿Sabes lo que es un flashback?

domingo, 13 de abril de 2014
miércoles, 2 de abril de 2014
EL GRAN HOTEL DE BUDAPEST... EL ÚLTIMO REDUCTO DE UN ROMANTICO
Siempre resulta una autentica delicia ver una película de Wes Anderson. Esta película, El gran hotel de Budapest, es toda una declaración de un romántico empedernido. Y cuando digo romántico quiero decir en el sentido original del termino, no en las gilipolleces que hoy se le aplican al concepto romántico. Me refiero al romanticismo de los solitarios, al romanticismos de Poe, de Kierkegaard... Un romanticismo que ya apenas existe.
Pero que en esta película, Anderson nos da una pequeña muestra de lo que es. Creo que la trama de la película es un buen pretexto para llevarnos a la cuestión: un gran hotel de máximo esplendor, un joven botones y su romance con una guapa pastelera, Agatha. Pasan los años. El joven botones hereda el hotel, los tiempos han cambiado, ya nadie acude. Estamos en 1985 y ya no es ni la sombra de lo que era. Ahora ha quedado anticuado. Los baños dan pena. Las instalaciones han quedado muy antiguas, y ya apenas se puede hacer una gran reforma porque es un hotel que da más perdidas que ganancias.
Pero esta no es la película, esto es solo el trasfondo final. La película es una trepidante aventura de los tiempo de máximo esplendor del hotel, de cuando el joven botones y su jefe logran resolver un misterio de herencias, cuadro, asesinatos y fuga de la cárcel incluido. Y todo contado con ese delicioso toque de surrealismo al estilo Wes Anderson, que pone su toque personal al surrealismo. Un surrealismo distinto al de Berlanga o Fellini.
Pero después de la gran historia, volvemos al año 1985, y el que era aquél tímido jóvenes botones, con su guapa novia Agatha, y q luego paso a ser el dueño del hotel, recibe una pregunta del interlocutor a quien le ha contado toda la aventura:
- ¿Pero por qué sigue mantenido este hotel, cuando ya no viene nadie y solo le trae perdidas?
- Por ella... por Agatha.
Hacia mucho que había quedado viudo y el hotel representa sus años felices. Wes Anderson nos sumerge en una tremenda aventura para acabar la película con un toco de puro romanticismo al mas viejo estilo: un salón de hotel vacío, el balneario vacío y anticuado, un ascensor que ya no funciona, un personal de hotel despistado, un mobiliario que ha quedado desfasado... Pero todo eso, es lo único que le recuerda a ella. Los recuerdos de las mejores historias son cosas viejas, pero cargadas de sentido para el que, ese hotel viejo un día fue el escenario de su felicidad.
Pero que en esta película, Anderson nos da una pequeña muestra de lo que es. Creo que la trama de la película es un buen pretexto para llevarnos a la cuestión: un gran hotel de máximo esplendor, un joven botones y su romance con una guapa pastelera, Agatha. Pasan los años. El joven botones hereda el hotel, los tiempos han cambiado, ya nadie acude. Estamos en 1985 y ya no es ni la sombra de lo que era. Ahora ha quedado anticuado. Los baños dan pena. Las instalaciones han quedado muy antiguas, y ya apenas se puede hacer una gran reforma porque es un hotel que da más perdidas que ganancias.
Pero esta no es la película, esto es solo el trasfondo final. La película es una trepidante aventura de los tiempo de máximo esplendor del hotel, de cuando el joven botones y su jefe logran resolver un misterio de herencias, cuadro, asesinatos y fuga de la cárcel incluido. Y todo contado con ese delicioso toque de surrealismo al estilo Wes Anderson, que pone su toque personal al surrealismo. Un surrealismo distinto al de Berlanga o Fellini.
Pero después de la gran historia, volvemos al año 1985, y el que era aquél tímido jóvenes botones, con su guapa novia Agatha, y q luego paso a ser el dueño del hotel, recibe una pregunta del interlocutor a quien le ha contado toda la aventura:
- ¿Pero por qué sigue mantenido este hotel, cuando ya no viene nadie y solo le trae perdidas?
- Por ella... por Agatha.
Hacia mucho que había quedado viudo y el hotel representa sus años felices. Wes Anderson nos sumerge en una tremenda aventura para acabar la película con un toco de puro romanticismo al mas viejo estilo: un salón de hotel vacío, el balneario vacío y anticuado, un ascensor que ya no funciona, un personal de hotel despistado, un mobiliario que ha quedado desfasado... Pero todo eso, es lo único que le recuerda a ella. Los recuerdos de las mejores historias son cosas viejas, pero cargadas de sentido para el que, ese hotel viejo un día fue el escenario de su felicidad.
martes, 25 de febrero de 2014
NEBRASKA
Es la historia de un viaje, de
un padre y un hijo, de un viejo y un joven. Es la historia de un viaje iniciático
que transforma o resitúa al ser humano en el camino de la vida. Este es, en pocas palabras, el gran mensaje que
nos brinda esta película a la dirección de Alexander Payne.
Es una película que recuerda mucho a Una historia verdadera de David Lynch o a
Pequeña miss Sunshine. Peliculas en
las que se pone de manifiesto que en el camino se ponen en evidencia nuestras
metas mediocres, nuestros objetivos superfluos y son transformados por lo que
verdaderamente importa.
Alexander Payne, desde una puesta en escena
clásica y con una sabia utilización del blanco y negro, el color de los
clásicos, para hacer una reflexión universal: lo que importa no es la meta,
sino el camino. La vida es un camino hacia una meta que nunca alcanzaremos, por
eso, la importancia ha de tenerla el camino.
El verdadero protagonista de esta película,
no es el viejo, sino su hijo, interpretado portentosamente por Will Fort. Él es
el que va a descubrir lo esencial, lo que perdura y lo que no, lo que hay que
considerar importante y lo que no, el amor a la familia. La visita al
cementerio es una escena clave en esta película, no es una escena de relleno ni
superflua, quizá la más existencialista que he visto en el cine desde hace
tiempo.
Esta película es una reflexión sobre la
vida, como también lo fue su anterior película Los descendientes. Ambas son de un vitalismo existencialista. Algo
muy difícil de hacer en el cine.
En Nebraska, a mitad del camino descubrirá
lo que mueve al ser humano: el dinero. Esa mediocridad es lo que mueve el mundo
y lo que enturbia el entorno familiar. Y al final, ¿para qué? Al final del camino
el hijo descubre que solo hay una gorra. Simbología pura. El sentido de lo que
ambos han hecho, padre e hijo, no estaba en la meta, sino en el camino. La vida
es un camino. ¿Y la meta? La meta es el final que nunca veremos y por lo tanto,
lo menos importante. La meta es lo que pone fin a la aventura, y lo que importa
es la aventura. Es por eso que el género de las “road movie” es uno de los más apropiados
para reflexiones como las de esta película, sobre la vida misma.
lunes, 20 de enero de 2014
FELIZ CUMPLEAÑOS, MAESTRO!
Hoy es el cumpleaños de
un amante del cine, de un apasionado, de alguien que escribe como habla y que
habla como escribe, de alguien que escribe películas y rueda sentimientos, de
alguien que es capaz de tener varias pasiones y trasmitírtelas con tan solo
escucharlo. Hoy es el cumpleaños de un director, un crítico, un escritor, un
cinéfilo, un espectador… Hoy es el
cumpleaños de Jose Luis Garci.
Todos los que formamos parte de Sesión
Continua sentimos una profunda admiración a Jose Luis porque su cine es más que
cine. Algún día, esperemos, su cine será revisitado y será descubierto como
cuando se descubrió la profundidad del cine sueco. Algunos ya lo hemos hecho,
otros no. Ni siquiera los que presiden y organizan hasta premios de cine que
solo saben nominar a los mismos y premiar a los mismos con la única condición que
tengan la misma ideología. Pero otros muchos si que hemos descubierto ese cine
que lleva haciendo Jose Luis desde el año 1977 y que es capaz de transmitir por
medio de su cámara eso tan complejo y tan misterioso que llamamos vida. Su
cultura y su sensibilidad hacen de él, sin ningún género de duda, uno de los
mejores directos de cine que con cada una de sus películas hace retratos, fotos
o fragmentos de la existencia, del amor, de la nostalgia jubilosa, o de la melancolía…
El día del cumpleaños de alguien como Garci
se convierte ya en un acontecimiento cinematográfico. Como bien dice él,
citando a su admirado cítrico Alfonso Sánchez al que le dedico un precioso
corto, un cinéfilo ya no cumple años, cumple películas. Las tantas y tantas películas que Garci nos
ha dado a conocer con un memoria cinefilia y gracias al mejor programa de cine de
la televisión, nunca ha habido otro
programa que supere la altura que dejó Garci con “¡Qué grande es el cine!” y
que por último continuaba en TeleMadrid
con “Querer de cine” hasta que la crisis se lo llevó.
Jose Luis, muchas Felicidades. Gracias por confiar en nosotros en este programa Sesión Continua que pretende ser un homenaje al cine y a tu cine en especial. Que sigas cumpliendo películas, muchas películas de aventuras, romances o de amores, de espías, comedias… Que sigas cumpliendo años de de vida y cine, porque como bien sabes para un cinéfilo cuya única gran pasión es el cine, como diría el gran Dreyer, resulta muy difícil establecer esa fina frontera entre el cine y la vida… Que la vida te siga llevando al cine, y el cine te siga llevando a la vida. Seguimos contigo en Sesión Continua. Feliz Cumpleaños.
lunes, 23 de septiembre de 2013
LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPO
Este viernes en Sesión Continua hablaremos de una película que me fascinó desde el primer momento en que la vi; "La invasión de los ladrones de cuerpo".
Se trata de una película de ciencia ficción-terror hecho con cuatro perras mal contadas por uno de los grandes directores Don Siegel.
Todo un clásico de la serie B que demostró que con poco presupuesto, si hay talento e imaginación de puede hacer una obra maestra. Como es esta película que con los años se ha ido convirtiendo en una película de culto, con cuatro remakes, el último muy reciente con "Invasión" y una película de gran vigencia aún.
Es puro terror y no hay ni muertos, ni sangre, ni monstruos, ni violencia... solo sugerir una idea atroz: unos "seres" que invaden el cuerpo del ser humano despojándole de todo afecto, sentimiento, pasión... El protagonista, un joven médico comienza a sospechar que algo extraño sucede cuando sus pacientes acuden a su consulta a decirle que han notado algo raro en sus seres queridos:
"- Mi tío ya no es mi tío... Si, es el mismo, me mira, pero su afecto es engaño."
Una película cuya trama principal no es mas que un pretexto para sumergirnos en su segunda lectura, y hasta en su tercera: un mundo que se deshumaniza. Es una critica a los totalitarismos, los sectarismo, la uniformidad, el lavado de cerebro, la anulación de la personalidad...
Una película con una fluidez narrativa que atrapa de principio a fin, con una atmosfera de pesadilla que te va envolviendo hasta producirte un estado de inquietud, de desasosiego.... Eso solo lo consiguen las obras maestras, aunque sean de serie B.
Unos misteriosos invasores que una vez que toman posesión en el cuerpo de alguien ese alguien dice que vive en paz, armonía, pero... a costa de no sentir ni padecer. Es una critica velada a la incipiente sociedad conformista americana de los 50... Unos invasores que anulan la materia prima de la vida; el amor.
Muchos críticos han interpretado también esta película como una metáfora de la paranoia colectiva de la guerra fría, de la bomba atómica, de la amenaza del comunismo y hasta de la caza de brujas del senador MaCarthy.
Y por supuesto, como todas las grandes películas, como casi todas las películas, tiene una historia de amor. Un reencuentro que empezaba a resurgir hasta que se cruzaron en el idilio pueblo estos invasores escondidos en vainas. La escena cuando el personaje interpretado magníficamente por Kevin McCarthy invita a la guapísima Dana Winter a cenar, y ven que ese fabuloso local esta vacío:
"- Llevamos varias semanas así.- Le dice el camarero.- Teníamos músicos pero al final hemos optado por el tocadiscos."
Claro, esos invasores no sienten. No albergan la emoción de una cita con una chica, ni el placer de ir a cenar o a tomarse unas copas. Algo extraño esta sucediendo... Pero aun no saben que es y la pareja disfrutar de ese restaurante casi vacío, bailan la música que les llega y piden dos martinis... Eso es el cine, los pequeños detalles, la cotidianidad retratada en ese restaurante semivacío que parece sacado de un cuadro de Hopper. Una pareja que se resiste a dejarse poseer por esos invasores:
"- ¡No!, ¡Yo quiero poder amar y ser amada! No quiero ser uno de ellos..."
En definitiva; una obra maestra.
Se trata de una película de ciencia ficción-terror hecho con cuatro perras mal contadas por uno de los grandes directores Don Siegel.
Todo un clásico de la serie B que demostró que con poco presupuesto, si hay talento e imaginación de puede hacer una obra maestra. Como es esta película que con los años se ha ido convirtiendo en una película de culto, con cuatro remakes, el último muy reciente con "Invasión" y una película de gran vigencia aún.
Es puro terror y no hay ni muertos, ni sangre, ni monstruos, ni violencia... solo sugerir una idea atroz: unos "seres" que invaden el cuerpo del ser humano despojándole de todo afecto, sentimiento, pasión... El protagonista, un joven médico comienza a sospechar que algo extraño sucede cuando sus pacientes acuden a su consulta a decirle que han notado algo raro en sus seres queridos:
"- Mi tío ya no es mi tío... Si, es el mismo, me mira, pero su afecto es engaño."
Una película cuya trama principal no es mas que un pretexto para sumergirnos en su segunda lectura, y hasta en su tercera: un mundo que se deshumaniza. Es una critica a los totalitarismos, los sectarismo, la uniformidad, el lavado de cerebro, la anulación de la personalidad...
Una película con una fluidez narrativa que atrapa de principio a fin, con una atmosfera de pesadilla que te va envolviendo hasta producirte un estado de inquietud, de desasosiego.... Eso solo lo consiguen las obras maestras, aunque sean de serie B.
Unos misteriosos invasores que una vez que toman posesión en el cuerpo de alguien ese alguien dice que vive en paz, armonía, pero... a costa de no sentir ni padecer. Es una critica velada a la incipiente sociedad conformista americana de los 50... Unos invasores que anulan la materia prima de la vida; el amor.
Muchos críticos han interpretado también esta película como una metáfora de la paranoia colectiva de la guerra fría, de la bomba atómica, de la amenaza del comunismo y hasta de la caza de brujas del senador MaCarthy.
Y por supuesto, como todas las grandes películas, como casi todas las películas, tiene una historia de amor. Un reencuentro que empezaba a resurgir hasta que se cruzaron en el idilio pueblo estos invasores escondidos en vainas. La escena cuando el personaje interpretado magníficamente por Kevin McCarthy invita a la guapísima Dana Winter a cenar, y ven que ese fabuloso local esta vacío:
"- Llevamos varias semanas así.- Le dice el camarero.- Teníamos músicos pero al final hemos optado por el tocadiscos."
Claro, esos invasores no sienten. No albergan la emoción de una cita con una chica, ni el placer de ir a cenar o a tomarse unas copas. Algo extraño esta sucediendo... Pero aun no saben que es y la pareja disfrutar de ese restaurante casi vacío, bailan la música que les llega y piden dos martinis... Eso es el cine, los pequeños detalles, la cotidianidad retratada en ese restaurante semivacío que parece sacado de un cuadro de Hopper. Una pareja que se resiste a dejarse poseer por esos invasores:
"- ¡No!, ¡Yo quiero poder amar y ser amada! No quiero ser uno de ellos..."
En definitiva; una obra maestra.
martes, 27 de agosto de 2013
LOS ÁNGELES PERDIDOS
"Me encanta Fred Zinnemann. Me parece uno de los directores fundamentales de la historia del cine, no siempre reconocido como merece, poseedor de una filmografía sólida, variada y contundente como pocas. A él pertenecen varias de las películas esenciales que forjaron mi incipiente cinefilia, fomentada gracias a la labor formativa de un mítico programa de Televisión Española, a saber, el legendario Qué grande es el cine. Dichos films son Hombres, Chacal, Un hombre para la eternidad, De aquí a la eternidad y Solo ante el peligro. Zinnemann perteneció a esa generación de realizadores europeos (austríaco en el caso de Fred) que consiguieron mezclar el vigoroso estilo estadounidense con la visión marcadamente europea de hacer cine, dando lugar gracias al tesón y la pasión puesta de manifiesto por estos autores a la época dorada de Hollywood.
En esta ocasión aprovechamos nuestra sección de obras menores para incluir una película que me tiene absolutamente enamorado desde que la visioné la semana pasada: la maravillosa y emocionante Los ángeles perdidos, película no muy conocida ni mencionada entre los clasicomanos a pesar de que se trata nada menos que la película que supuso el debut como actor de cine de Montgomery Clift. Fue realizada en 1948 con el inconfundible sello de la Metro Goldwyn Mayer (MGM), lo cual asegura una puesta en escena técnicamente perfecta dotada de encuadres milimétricos, una dirección de producción de alta escuela, la presencia de emblemáticos actores secundarios (siendo especialmente relevante en este sentido la inclusión en el casting de Aline MacMahon y Wendell Corey) y una fotografía en blanco y negro con predominio del plano americano en el que la cámara se mueve como un halcón silencioso para situarse siempre en el lugar del plató que confiere mayor belleza a la secuencia filmada.
Pero sin duda, lo que convierte a esta película en una singular rareza respecto a las producciones MGM de la época y le otorga un escalofriante realismo es la filmación en escenarios naturales del Berlín ocupado por las tropas estadounidenses (parte de las escenas de la película se rodaron en el Berlín destruido no sólo arquitectónicamente sino moralmente por los bombardeos) predominando un estilo marcadamente documental en los primeros compases de la cinta al contar con la presencia en el reparto de unos pequeños actores que parecen recien liberados del más cruel campo de extermino (despeinados, desharapados, famélicos, de mirada triste y perdida) plasmándose de este modo el horror de la guerra en sus depresivos rostros. Infantes que se mueven como si fueran zombis de pequeña estatura vagando sin rumbo de centro de acogida en centro de acogida. De hecho la primera secuencia de la película hiela la sangre al mostrar a un pelotón de niños hacinados en el estrecho vagón de un tren que arriba a una zona controlada por el ejército americano para ser trasladados a un centro de acogida para su identificación e intento de localización de sus posibles familiares.
El cineasta austríaco aprovechó su retorno a tierras europeas para reflejar la devastación urbanística del Berlín de post guerra, tal como ya lo habían retratado Roberto Rossellini en Alemania año cero o Jacques Tourneur en Berlín Express. Las secuencias documentales filmadas a bordo de un automóvil que recorre los vecindarios destruidos por las bombas confieren a la cinta un tono de documento histórico imprescindible y fascinante para los aficionados a las historias ambientadas en el entorno de la II Guerra Mundial. E igualmente inolvidable resulta la primera aparición en pantalla de Monty Cliff a bordo de un potente jeep militar investido con el uniforme marcial americano. A pesar de tener un papel secundario en relación al auténtico héroe de la cinta que no es otro que el niño protagonista, su interpretación es sencillamente magistral rociada de un misticismo que solo ampara a las grandes estrellas. Sin duda el chico apuntaba maneras.
La sinopsis es fácil de resumir: un grupo de niños supervivientes de los campos de exterminio, de nacionalidad checa y polaca mayoritariamente, aterrizan en un centro de acogida regido por el ejército norteamericano. Los desorientados y atemorizados niños apenas son capaces de articular palabra ante las incisivas preguntas de los oficiales del ejército que tratan de adivinar la identidad de los pequeños. Uno de estos niños, con un código de identificación tatuado en su pequeño brazo, es incapaz de comunicarse, ni siquiera emitir algún sonido inteligible lo que incita a creer a los funcionarios del ejército que se trata de un huérfano con graves problemas psicológicos. Sin embargo el pequeño es el único sobreviviente de un campo de concentración, junto con su madre, de una familia checa capturada por los nazis.
Aprovechando un traslado en camión hacia otro centro, el pequeño protagonista de la historia huirá junto con un compañero de la vigilancia de los miembros del ejército hasta alcanzar la orilla de un río. Mientras que nuestro héroe logra cruzar a la otra orilla su amigo se ahogará en el intento, si bien los oficiales darán por muertos a ambos chavales. Sin embargo el pequeño fugitivo es recogido por Ralph Stevenson (interpretado por el mito Cliff), un oficial americano de carácter amable y humanista. Ralph siente de inmediato una cercana simpatía por el niño extraviado, ejerciendo de padre adoptivo del pequeño. En paralelo Zinnemann narrará la epopeya de la madre del infante en su afán por encontrar a su retoño, la cual perderá la esperanza de encontrarle con vida puesto que en el centro infantil del cual escapó creen que el niño falleció ahogado. La madre paliará su desconsuelo trabajando en el centro para surtir de apoyo moral y cariño a los niños que habitan el mismo.
De este modo Zinnemann elabora una bellísima fábula en la cual el niño envejecido por la muerte y la guerra recuperará su infancia gracias a los cuidados del oficial Stevenson y por otro lado la madre inicialmente ilusionada por reencontrarse con su hijo calmará su abatimiento convirtiéndose en la madre adoptiva de los huérfanos de cariño materno. Las separación emocional de madre e hijo chocará en un lugar común al final de la película alcanzando la cinta de este modo uno de los finales más bonitos y sensibles de la historia del cine, de los que hacen brotar las lágrimas incluso en corazones reforzados con una muralla de granito.
Los ángeles perdidos es una película conmovedora (término en desuso debido a la moda actual de primar el fatalismo sobre el optimismo y los buenos sentimientos) y sensible que no sensiblera. Zinnemann logra un acabado compacto y honesto que apuesta por la redención y la bondad como medio de alumbramiento de un halo de esperanza en una sociedad abatida tras la finalización de la más inhumana de las acciones humanas: la cruenta y sanguinaria guerra. El cineasta centro europeo hace gala de un gusto e inteligencia exquisita evitando moralizar y engañar al espectador demostrando que es un narrador único y uno de los más grandes autores del arte cinematográfico.
Por si fueran pocos argumentos culmino la reseña con una pequeña comparación de esta extraordinaria película con otra mítica cinta que para mí es, junto con la protagonista de esta reseña, la que mejor ha sabido reflejar el siempre misterioso mundo de la infancia desde la perspectiva adulta que confiere un suceso tan horrendo como es padecer una Guerra: la obra maestra de Rene Clement Juegos prohibidos. Las dos obras tratan el tema de la pérdida de la inocencia en el marco de la II Guerra mundial, pero desde dos perspectivas radicalmente opuestas. Mientras que en la cinta francesa la niña protagonista realiza un doloroso viaje desde el universo de la inocencia hacia el cosmos adulto al descrubrir su soledad huerfana de padres al ser abandonada en un hospicio de huérfanos de guerra, en la cinta de Zinnemann el viaje recorre el sentido contrario, es decir, el niño que habitaba el crudo mundo de la realidad más sórdida consigue cruzar este doloroso hábitat para retornar al universo infantil, en un primer momento tras cruzar su destino con el sargento Stevenson y en un segundo escalón [OJO SPOILER] después del emocionante y lacrimógeno reencuentro con su madre [OJO SPOILER]. Mientras que Clement opta por el sentido trágico de la guerra, Zinnemann decide apostar por una visión esperanzadora dibujando una bellísima historia que seguramente ofreció el consuelo y el sentido reconciliador que necesitaban las víctimas que sufrieron en primera persona las consecuencias del conflicto armado. Una película que me enorgullezco de denominar con el calificativo de bonita."
Rubén Redondo
miércoles, 14 de agosto de 2013
GRACIAS CRISTOBAL!
En medio de este parón veraniego y después de cuatro años de Sesión Continua, toca ser agradecidos. Y un agradecimiento sincero y a lo grande, porque si a alguien le debemos la existencia de este programa "de los que aman el cine", como dice su eslogan, es a Cristóbal Deniz.
Fue hace poco más de cuatro años cuando en medio de una cena, creo que nos habíamos acercado a Tamaraceite con motivo de las fiestas patronales, pues fue en medio de esa cena cuando Cristóbal nos hizo la propuesta de hacer un programa. Al principio nos lo tomamos a broma y empezamos a desvariar de que si lo que queríamos era hacer un programa para las madrugadas al estilo "Solos en la madrugada" o uno que comenzara a las 5:00 al estilo "La mañana". Pero fue Cristóbal el que puso la nota de cordura: un programa a un horario accesible.
El amor por el cine impuso el contenido: cine, cine, y después cine. El titulo se lo pedimos prestado a Jose Luis Garci, es de su película "Sesión Continua" rodada en 1984, y es la película que trata sobre el amor por el cine, de un director y un guionista que de tanto amor por el cine, se habían olvidado de vivir sus propias vidas. Era el título más apropiado para un programa de apasionados por el cine.
Me acuerdo que la primera temporada se emitía los jueves a las once de la noche. Ya a partir de la segunda temporada tuvo el horario actual, viernes a las cinco de la tarde. El programa lo comenzamos Alejandro y yo. Más tarde se incorporó Iván. Y luego las colaboraciones puntuales de Miguel Soria, todo un profesional de la radio y un gran cinéfilo. Y por supuesto, Jose Luis Garci, uno de los mejores directores de nuestro cine español, con algunas obras maestras en su haber y el primero que trajo un Oscar de Hollywood a España por su gran película "Volver a empezar". A Jose Luis le gustó el proyecto de nuestro programa y se comprometió a estar cada tres meses charlando de cine. En estos cuatro años les puedo asegurar, y muchos lo habrán comprobado, que no ha faltado a su cita nunca. Y ya nos adelantó que siguiéramos contando con él para una quinta temporada.
Y por supuesto todos los invitados que han pasado por Sesión Continua, actores, escritores, directores, compositores: Elvira Lindo, Juan Carlos Fresnadillo, Juan Manuel de Prada, Fiorella Faltoyano, Pablo Cervantes, Andrés Resino... Y como no recordar a la última gran estrella de nuestro cine español, Sara Montiel, con quien tuvimos una entrañable charlar, como siempre hablando de cine y vida, y en medio de nuestra conversación soltó esta frase; "y la vida es así, lo único seguro es que morimos, y no podemos hacer nada para evitarlo". Cinco días después fallecía. Nos costo varios días creérnoslo.
Hemos hablado de cine, de vida, de las películas de nuestra infancia, de nuestra juventud, de las que nos han hecho reír, llorar, o aterrorizarnos. Hemos intentado acercarnos a esa especial relación entre el cine y la vida. También lo hemos hecho con muchos amigos que han ido pasado por Sesión Continua: Antonio Sosa, Alberto Pérez, José Antonio Rodríguez, Sergio Domínguez, Adrián Sánchez, Carlos Méndez, Antonio Alcaide, Jussi Kalenius, José Manuel Castro... y tantos más que con sus aportaciones han convertido Sesión Continua en un buen programa.
¿Y saben a quien le debemos todo esto? A Cristóbal Déniz. Un persona que confió en nosotros desde el primer momento, que nos dio todo tipo de facilidades, todas, que nos permito hacer el programa desde un clima de absoluta libertad como muy pocas veces se ve. Cristóbal hizo algo muy importante; lavarle el rostro a RadioTamaraceite, dándole un sello de calidad y de seriedad que la ha ido convirtiendo en una emisora que va a más. Y esto lo ha podido hacer muy bien, no solo porque era parte de su responsabilidad y porque venia en el cargo, sino porque ha Cristóbal le gusta la radio, es un gran oyente de radio.
Los que me conocen saben que yo no soy de piropear ni echar flores a nadie, a no ser que sea verdad. Y tan verdad es esto que he dicho, que no lo digo yo solo, sino que lo podrán corroborar todos los colaboradores que trabajan con gran profesionalidad en RadioTamaraceite, y que como yo, tampoco encontramos palabras de agradecimiento. Y eso que solo nos estamos refiriendo a su papel en la radio, si empezásemos con su labor de párroco, de acompañante y de amigo...
Gracias Cristóbal. Muchas gracias. Que sepas que en la historia de Sesión Continua tu nombre es y será un referencia continua, porque a ti le debe su existencia. Gracias por tu apoyo, por tu confianza, por tu cercanía y por tu amistad. Te deseamos todo lo mejor en tu nueva andadura que será muy fructífera como lo ha sido tu paso por Tamaraceite. Has dejado huella. Un buen sabor de boca, de esos que, como dice Jose Luis Garci, dejan los buenos Dry Martini.
Gracias, gracias y mil gracias!
Óscar Méndez
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