Estamos ante una de las mejores películas que han
reflejado la contienda civil española en el cine. Su éxito y solidez vienen en
que se basa en una gran novela del mismo título escrita por uno de los maestros
del periodismo, Emilio Romero, y por la cual recibió el premio Planeta en 1957.
Otro de los
condicionantes del éxito de esta película radica en su espectacular reparto
con grandes de los mejores intérpretes
de nuestro cine: Adolfo Marsichac, Jesús Puente, Carlos
Casaravilla, Concha Velasco…
Todos dirigidos con la mano maestra de uno de los directores injustamente
olvidados como es Leon Klimovsky.
Curiosamente Marsichac y Puente volvieran a demostrar
la química de talento que desprenden ambos en la obra maestra “Sesión Contiua”,
la gran película sobre la cinefilia.
Esta película
es una adaptación fiel de la novela y básicamente es una visión del conflicto y
sus consecuencias. Una reflexión sobre aquellos jóvenes idealistas que querín
luchar por la paz, la justicia y el pan para todos, pero que acabada la guerra
sienten la decepción en muchos aspectos porque ellos tenían una aspiración de
integrar a todos.
En este
sentido, es una película, que adelantada a su tiempo, tenía un discurso de
reconciliación de una guerra entre hermanos, cuando uno de ellos afirma: “en el
fondo, ellos también buscan lo mismo que nosotros, la paz, la justicia…”
Siguiendo una
fluidez narrativa que atrapa al espectador, la película se divide en tres
partes:
La primera
ambientada en 1936 donde se va reflejando los acontecimientos históricos de un
clima de violencia y persecución con la quema de templos e iglesias, el
asesinato a sacerdotes y personas de ideologías distintas a las imperantes.
La segunda parte pertenece propiamente a la guerra
como consecuencia al anterior clima de violencia que ya se hacía insoportable y
estalla la contienda fratricida. En esta parte se emplean imágenes documentales
reales, lo que dota a la película de un realismo muy efectivo.
Y la tercera parte de la película, para mí la mejor,
es la que acontece a finales de los años 40 y es propia al cine noir y de
espionajes. Se desarrolla el tema de los maquis, un tema nunca tratado en el
cine de la época o tratado muy al soslayo por películas como “Dos caminos” o
“Torrepartida”. En esta parte de la película se ve esa insólita mezcla de
géneros: toques de melodrama, carcelario, noir, espionaje… Todo un deleite muy
bien ensartado.
La película constituye
toda una reflexión sobre las consecuencias de una guerra en la que luego nunca
empieza la paz porque sus consecuencias son interminables. El maestro del
periodismo español Emilio Romero, autor de la novela, lo iría desarrollando en
sus muchos libros, donde afirma la tesis de que aún hoy y a pesar de los 80
años de paz conseguidos, por culpa de muchos partidos revanchistas, la paz
empieza nunca porque no la dejan fraguar, no la dejan cuajar. Cuando por fin se
hizo una apuesta decidida por la amnistía mutua y por no volvernos a tirar en
cara los delitos de los unos ni de los otros, para muchos partidos nuevos irresponsables
que han dinamitado esa gran apuesta de amnistía, perdón y reconciliación y
vuelto a fomentar el rencor, el odio, el revanchismo. Por ello, vista hoy esta
película cobra una actualidad inusitada, porque podemos afirmar junto con el
protagonista, que después de una guerra entre hermanos, la paz empieza nunca…
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