Estamos ante todo un documento cinematográfico que constituye casi un
siglo de la historia de España a través de la vida de Francisco Franco, testigo
de excepción de casi todos los acontecimientos más notorios de la historia. Una
película de relevancia historiográfica.
Se trata de una película documental realizada a partir de material
audiovisual perteneciente a la primera mitad de siglo. La idea surgió como acto
conmemorativo de los “XXV años de paz”
organizada por Manuel Fraga Iribarne, durante su etapa como Ministro de
Información y Turismo. Se le encargó la dirección al gran director José Luis
Sánez de Heredia, uno de los cineastas de más éxito del cine español. La
película contó con una buena banda sonora instrumental compuesta por Antón García Abril.
El estreno en salas en el año 1964 fue un éxito. Un estreno de alfombra roja, photocall y glamour en plena Gran
Vía. El cartel del filme cubrió la fachada del
Palacio de la Música con un eslogan propio de un biopic épico: “Sesenta años de
la historia de España a través de la biografía del hombre que la ha vivido más
intensamente”. “El
todo Madrid de las grandes solemnidades se encuentra en este estreno organizado
por la junta interministerial de los 25 años de Paz”, contaron los noticiarios
que calificaron el filme de admirable.
Una
película que despertaba mucha curiosidad a todos los niveles. Y en el año 1971,
RTVE adquirió los derechos y comenzó a proyectarla en onomásticas del general
Franco o, como dato curioso, ocupó la parrilla de tarde del día de la muerte de
Franco. Desde entonces, y aún teniendo los derechos, el ente público acosado
por distintos complejos no ha vuelto a emitirla.
En contra de lo que escriben muchos indocumentados que no se molestan en
leer ni en informarse, en “Franco, ese
hombre” Sáenz de Heredia contó con una
gran libertad de producción y de
criterio. Y como curiosidad, en los créditos, como segunda unidad de cámara,
figura un hombre llamado a convertirse en el más prolífico de nuestra industria
cinematográfica: Mariano Ozores. Quién por fin se le ha otorgado el Goya
honorifico por toda su carrera.
La película se estreno en plenos tiempos de la apertura turística, de
la integración económica internacional,
del desarrollismo y de un avance social en todos los niveles. Y esta película
quedó enmarcada también en esa modernidad reformista y liberal.
Franco, ese hombre nos introduce
en la historia de España pero desde el factor humano, por así decir, desde la
persona y perspectiva de Franco. La película presenta a Franco como
ese hombre, forjado así mismo desde sus orígenes humildes, y como ese hombre que
había salvado al país de las hordas criminales del comunismo, luego lo había
salvado nuevamente de las hordas del nazismo y, posteriormente, se había
convertido en el padre benévolo de su pueblo consiguiendo el reconocimiento de
las naciones y la paz.
El
crítico Fernando Méndez-Leite, que dirigiría el ICAA en los años
ochenta, escribió lo siguiente en su Historia del cine español publicada en 1965: “Sáenz de Heredia
ha logrado un apasionado documental revelador de muchas cosas desconocidas para
las jóvenes generaciones y muy emotivo para los que vivieron los
acontecimientos evocados en la pantalla con singular maestría”.
La película tiene mucho de retorica
literaria. Sáenz de Heredia lo hace a golpe de palabra inflamada. El
filme, se articula en torno a una serie de escenas narradas por la omnipresente
voz en off, con una excelente articulación y vocalización y con una retórica
casi poética en la narración. En efecto, más allá
del trabajo con el montaje y las valiosas imágenes de archivo, Franco, ese
hombre se construye sobre la palabra, sobre el lenguaje. El narrador, por tanto, bascula entre lo
lírico y lo épico.
Heredia realiza algunos montajes
habilidosos donde combina eficazmente mensaje
y emoción. Una película perfectamente
integrada, tanto estructural, como temáticamente. La estructura de la película
es la de un largo flashback que arranca con el desfile de la Victoria del mes
de abril de 1964 para luego sumergirnos en todo el proceso histórico, planteado
como un largo y difícil camino hacia la paz. El filme es, actualmente, un valioso documento que nos permite
conocer el desarrollo de la historia de España.
La película fue rodada el lujoso technicolor y el formato
cinemascope con que fue rodado el filme evidencian cómo Sáenz de Heredia
pretendía apartarse de la “amenaza” televisiva que en esos años emergía con
fuerza. En la época en la que la
televisión empezaba a implantarse en muchos hogares españoles, el director
quiso recuperar el encanto del cine. Tuvo un gran presupuesto, una gran
documentación avalada por historiadores y testigos de excepción. Como la intervención en el guión del
prestigioso historiador José María Sánchez Silva o como por ejemplo el médico
Enrique Blasco Salas, que certifica el mito heroico de la herida de bala que
Franco recibió en la batalla de Biutz y cómo logro salvarse milagrosamente y la
fama que se ganó por ello entre los musulmanes que decían que tenia “baraka”
(protección divina).
La película en un momento dado, interrumpe el flashback
histórico para situarnos en el momento presente de la película y nos sitúa en
el pabellón español de la Exposición Internacional de Nueva York. La presencia
de España en la Feria sirve para avalar la idea de que el tiempo de la
autarquía ya ha pasado a formar parte de la historia y que el sentimiento de
hostilidad internacional hacia el franquismo ha acabado superándose como prueba
la aceptación que España posee en la capital del mundo, que por cierto fue uno
de los pabellones más visitados en ese año.
Y algo muy loable de esta película y que dice mucho de su honestidad es
cuando llega el momento de la guerra civil y el narrador para la correlación
histórica y en una alarde de reconciliación afirma que fue una contienda entre
hermanos y que por respeto a unos y
otros que han fallecido en ambos bandos no emitirán imágenes de la
guerra. No tiene sentido en el futuro del momento presente abrir heridas entre
hermanos. La Guerra Civil ha sido superada por una paz que encuentra, en la
política del desarrollismo y de la creación de la clase media, su ejemplo más
directo.
Sorprende este tono conciliador y de apuesta por la reconciliación entre
hermanos que ahora le quieren negar a la película. O será que quienes lo niegan
es porque ni han visto la película sino que simplemente han escrito el odio
plasmado en una crítica sin argumentos ni fundamento histórico ni
cinematográfico.
Muy original los títulos de crédito del inicio, formados por un total de
23 fotografías que nos muestran a Franco en familia, besando, filmando o
asistiendo al bautizo de sus nietas. A
Franco divirtiéndose, jugando al dominó o al mus, pescando un salmón gigantesco
o cazando un ciervo, leyendo La Vanguardia o paseando en un velero con su
esposa Carmen. A Franco ejerciendo su trabajo, recibiendo una delegación,
escribiendo en su despacho o entregando la Copa del Generalísimo de futbol al Real Madrid. Imágenes amables en las que lo muestran en su intimidad familiar o practicando sus
aficiones culturales y deportivas.
Sintetiza muy bien la idea de mostrar el lado humano del jefe del Estado
en su contrapunto de la ya conocida imagen oficial.
Las películas, igual que los personajes, deben ser valoradas dentro
de su contexto. El cine español sirve de testimonio de nuestra historia. Sean
los films de derechas o izquierdas, de propaganda o de crítica al régimen,
todos dicen algo de nosotros mismos. La ignorancia en este punto y el
sectarismo es lo que ha llevado a muchos a llenar de críticas negativas esta
película por verla desde la inquina y el
odio y no desde una posición cinematográfica ni histórica.
Franco, ese hombre es una película que ha entrado en el olvido, bien por
complejos o bien por odios y censuras, y ha acabado siendo una obra poco
estudiada, a pesar de que en su momento fue uno de los principales esfuerzos
históricos de mostrar un momento clave
para comprender el proceso de aceptación que el franquismo llegó a tener entre
las clases medias españolas.
Pero el
verdadero hallazgo llega al final, con un giro metacinematográfico: La imagen se va
empequeñeciendo y rodeándose de un marco oscuro. Lo que se ve entonces no es ya
la película, sino alguien viéndola en una pantalla: es el propio Franco
viéndola. Al
acabar la proyección y encenderse la luz, aparece por allí el director del
filme, José Luis Sáenz de Heredia, para hacerle unas preguntas a Franco sobre
la película y otros asuntos de Estado. Fue toda una sorpresa inesperada para
los espectadores y que corroboraba la idea de mostrar al jefe del Estado desde una perspectiva costumbrista y
humana.
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