¿Sabes lo que es un flashback?

¿Sabes lo que es un flashback?

martes, 19 de mayo de 2020

LA SEÑORA DE FÁTIMA

   Posiblemente esta película sea el mayor éxito y la mejor película del cine religioso en España. Todo empezó cuando el director, Rafael Gil, conoció al escritor y productor Vicente Escriva que había alcanzado el Premio Nacional de Literatura y entre sus grandes guiones figuraba el de “Balarrasa”.



Rafael Gil leyó el argumento que Escrivá había redactado sobre las apariciones de María en Fátima y quedó entusiasmado. Enseguida ambos firman un acuerdo de colaboración con la productora que Vicente Escrivá acababa de fundar: Aspa Films. Es el comienzo de una aventura creadora que proporciona numerosos éxitos al cine español.


La película fue rodada en los estudios CEA y los exteriores en Portugal, en Fátima. De hecho se estrenó primero allí. El éxito de la película fue espectacular en España y también en todo el mundo. Incluso el Papa Pío XII recibió en audiencia privada a su director, Rafael Gil, testimoniándole personalmente su admiración por la película. El Papa le dijo que “La Señora de Fátima haría más por la fe que muchas homilías y que muchos documentos eclesiásticos”.
Decir que debido al éxito de esta película, en 1952 el cine de Hollywood presentó su copia con la película “El mensaje de Fátima”, dirigida por Johnn Brahm y propucida por la Warner Bros. La película es digna y ortodoxa, bien rodada y emocionante, pero no alcanza la calidad de la de Rafael Gil ni su maravillosa fascinación.


La Señora de Fátima fue un acontecimiento mundial, estrenada en más de 17 países. Esto solo sería igualado años después con “Marcelino pan y vino” de Ladislao Vajda. El prestigio de la película no ha disminuido, pese a los ataques sectarios de algunos críticos que se tienen por cultos solo por criticar todo lo rodado en esta época. Es una obra llena de emoción sincera.
La película cuanta la historia de tres pastores a los que se les aparece María, la madre de Jesús, y aunque nadie les cree de esa aparición, ellos permanecerán fieles a lo que vieron y ante el ataque de las autoridades comunistas de la época que trataran de hacer fracasar por todos los medios los acontecimientos que se van produciendo en el pueblo de Cova de Iria.



Rafael Gil pinta con verismo y emotividad la vida tranquila de un pequeño pueblo portugués. Logra describir con convicción los sentimientos religiosos de los chicos, sobre todo de Lucía. Integra perfectamente en la acción hasta dónde puede llegar la perversidad de los enemigos de la religión, y logra su punto culminante en la prodigiosa aparición final, que supone uno de los momentos más impresionantes de la historia del cine español. El doble milagro que muestra a la mujer paralitica del líder ateo levantándose hacia la gruta donde aparece la Virgen María, y al niño ciego que, en brazos de su padre, comienza a vislumbrar la luz. Es pura antología cinematográfica y no puede contemplarse sin lágrimas en los ojos.




Todos los elementos de esta película son de primer orden: la fotografía de Michael Kelber, los decorados de Enrique Alarcón, el montaje de Jose Antonio Rojo, la música inspirada de Cristóbal Halffter y el reparto, donde brilla con luz propia Inés Orsini en el papel de Lucía, que ya había triunfado en la película italiana “Cielo sobre el pantano”, así como los otros dos adolescentes María Dulce y Eugenio Domingo. Jóvenes actores que supieron dotar a sus personajes de infinita ternura y privilegiada inocencia.



La Señora de Fátima es una obra ingenua y pura, realizada desde la fe del creyente que intenta comprender, sin dobleces ni engaños, simple y sencilla, pero también grandiosa por su maravilloso mensaje. El mensaje que dio María a los niños en Fátima, cuyo contenido completo solo lo conocen los Pontífices en Roma, no han dejado de cumplirse ni una de sus profecías. Una de las últimas profecías de ese mensaje se está cumpliendo actualmente (año 2020).

domingo, 10 de mayo de 2020

LA CALLE SIN SOL


   Esta película pertenece a la mejor etapa del gran cineasta Rafael Gil como demuestra este drama humano que entronca con los grandes clásicos de Hollywood, un cine que produce emoción y que es como un escorzo de vida humana.


   La calle sin sol tiene un esplendido guión del escritor Miguel Mihura, autor de “Tres sombreros de copa” o de “Ninette y un señor de Murcia”. La película llegó incluso a obtener la declaración de interés nacional, que no  estuvo en absoluto desacertado dado que su prestigio no ha hecho sino aumentar con el tiempo. Incluso el gran escritor Fernando Vizcaíno Casas llegó a afirmar que esta era la mejor película de su director.
    La película tiene un guión sólido que recuerda al realismo poético francés rodado con brillantez. La película narra la historia de Mauricio, un fugitivo extranjero que se refugia en Barcelona, donde es acogido en un restaurante del barrio chino. Se enamora de la hija del dueño, pero su relación se pone en peligro cuando todos los indicios le señalan como sospechoso principal de un crimen ocurrido en el vecindario.

   El estilo y el tono de La calle sin sol se inspira en el clásico thriller americano, al estilo más romántico y poético de “Retorno al pasado” de Jacques Tourneur. Rafael Gil sabe captar esa atmosfera y pinta con acertado realismo el ambiente del barrio chino barcelonés, sus gentes y costumbres, logrando dos momentos de absolutamente antológico, uno de matiz costumbrista: el vendedor charlatán que actúa en la calle y que interpreta a la perfección Manolo Morán: el otro de sabor poético y dramático: los habitantes de la calle solo pueden ver el sol unos instantes al día, y en ese momentos todos se colocan  frente  a él para sentir sobre sus cuerpos la débil caricia de unos tímidos rayos de sol. Es sin  duda una de las tres o cuatro mejores escenas de toda la historia del cine español. Estos retazos magníficos la convierten en un precedente del mismo neorrealismo, años antes de “Surcos” y en el mismo año que “Ladrón de bicicletas”.



   Antonio Vilar encarna magistralmente al fugitivo que oculta un misterio y se esconde en la taberna, y Amparo Rivelles logra una de las mejores interpretaciones de su carrera en el papel de la enamorada. Junto a ellos brillan con los propia los secundarios llenos de convicción como Antonio Morán, José Nieto, que da vida a un pobre vecino que vive con su mujer ciega, Mary Delgado, Alberto Romea, Julia Caba en un papel simpatiquísimo, y Ángel de Andrés como el pobre admirador ignorado de Amparo Rivelles, que encarna a un pintor de cristales.


   El misterio del inicio se trona en historia romántica, sin abandonar nunca la descripción costumbrista: el comisario, el mendigo, el charlatán, la mujer ilusionada, el limpiabotas, el cristalero, la cocinera, la portera… para después convertirse en relato policiaco, y volver finalmente a la poesía. Todos los ingredientes se integran en una puesta en escena invisible, a la manera de los clásicos americanos: contenida, eficaz y brillante, que revela a un auténtico director de cine, no solo a un artesano con oficio, sino a un creador capaz de inspirar un mundo y un expresión propia en las película.



   Pero como en las grandes obras cinematográficas, la riqueza de La calle sin sol, no es para describirla con comentario, sino para disfrutarla en toda su dimensión. De esta forma comprobaremos hasta que punto han sido falsas y manipuladoras muchas “historias del cine” que sobre el cine español de esta época pululan por ahí y comprobaremos que este clásico del cine negro, poco tiene que envidiar a los que se hacían en Hollywood por esos mismos años.


   En La calle sin sol  hay descripción exacta de la realidad, con sus miserias (el personaje de José Nieto y su mujer ciega), las trampas para sobrevivir, las ilusiones, los fracasos. No se pinta una vida cómoda, sino al contrario, difícil y con estrecheces. Aunque enmarcados luego en un sistema general de valores positivos.
   Los actores están brillantes, y como digo, el argumento y el estilo se encuentran en el nivel adecuado del cine que en esos años se filma en EEUU y Europa occidental. El ritmo es adecuado, montaje, elementos técnicos…


   En definitiva, la contemplación serena y sin prejuicios de La calle sin sol sirve para reivindicar a Rafael Gil como gran director, mucho más que docenas de páginas tratando de llegar a la misma conclusión. Porque con el paso del tiempo La calle sin sol se ha convertido en una referencia ineludible para conocer el cine español de la década de los cuarenta, y desde luego, para estudiar la figura de uno de sus hombres claves: Rafael Gil.


domingo, 3 de mayo de 2020

LA FUERZA DEL CARIÑO


   Aunque desde que murió mi madre hace hoy tres años me cuesta mucho volver a ver esta película, hoy quiero intentar escribir sobre ella, una película que sin pretenderlo se fue convirtiendo en especial. En una experiencia llena de contrastes, de sombras y luces, de sonrisas y lágrimas… Una película de amor, vida y muerte.

   A partir de una excelente novela de Larry McMurtry, James L. Brooks logró crear todo un humanismo cautivador, unos cuadros emocionales sobre las vidas de una madre y una hija a lo largo de varias décadas.
   “La fuerza del cariño” es la historia de Aurora Greenway, una acomodada viuda de la clase media alta de Huston cuya petulante y extravagante forma de ser se halla en las antípodas  del talante llano y sin grandes ambiciones de su hija Emma, a la que tuvo que cuidar desde muy pronta edad ante el repentino fallecimiento de su marido. 
   En base a estas dos personalidades antagónicas “La fuerza del cariño” compone un mosaico de vivencias  en que el amor profundo que vertebra las relaciones entre estas dos mujeres emergerá plenamente con toda su fuerza cuando a la joven se le diagnostique un cáncer terminal.



   Cada una de las escenas, de los fragmentos que componen esta obra maestra de “La fuerza del cariño” nos descubre piezas definitorias de la evolución intima de sus protagonistas que nos llegan al corazón gracias a la fuerza de sus interpretaciones que transmiten tanta realidad y convicción.

   Aurora, interpretada magistralmente por Shirley MacLaine es una madre sobreprotectora que convertirá a su hija en objeto de sus propensiones críticas, de su arrogante autosuficiencia, mientras que Emma, interpretado por una vitalidad increíble por Debra Winger, basculará desde pequeña entre el rechazo a toda la superficialidad que desprende su madre y de una dependencia afectiva de tan imponente figura materna .
   Aurora siempre le reprocha a su hija Emma la poca atención que pone a su cuidado personal, a su desprecio por la observación de las buenas maneras, incluso se negará a ir a la boda de su propia hija por haberse casado la mediocridad de su novio como individuo y el desastre conyugal que forzosamente ha de derivarse de tamaño error…Incluso llegará a recomendar a Emma que  aborte cuando se quede embarazada por tercera vez de su mezquino marido… Y durante todo este periplo se irá alternando entre ellas un lenguaje de amor, un belicoso lenguaje de amor, en el cual cada discusión no es más que otro preámbulo para un nuevo acercamiento materno-filial.

    Aurora surcará el arco existencial  de su hija aprendiendo de todo cuanto recibe de ella, aún chocando con muchas de sus convicciones, aprenderá el valor fundamental de dejar al desunudo nuestro ser ante hechos y circunstancias que deben nutrir de sentido y modesta trascendencia nuestras vidas. Aprenderá  la importancia de su rol  de abuela que gracias a Emma tendrá la oportunidad de desarrollar, aprenderá lo absurdo que es darle la espalda a la posibilidad de gozar de un romance otoñal con sexualidad incluida que su hija le animará a obtener de su peculiar vecino el astronauta, interpretado por Jack Nicholson en estado de gracia.  Y sobre todo aprenderá la necesidad de despojarse de lo accesorio poniendo coto a su propia vanidad cuando la muerte afila sus colmillos para apresar a quienes más quieres en este mundo…
   Es al final de la película, tras la llegada de la tragedia, cuando Aurora habrá completado una dolorosa formación como madre, que la hará crecer como persona e instalarse por siempre en lo esencial de cuanto la rodea.


   Emma también es madre, aunque asumió su maternidad de un modo totalmente distinto  al de su madre. Va a encontrar grandes dificultades a la hora de conciliar disciplina y comprensión en sus tormentosas relaciones con Tommy, su hijo mayor en plena pre adolescencia. Y también tendrá que lidiar con el pequeño Teddy, su hijo mediano, cuando el niño ve como el ideal de hogar y madre que tenia, se estrella en desavenencias y adulterios que han conformado Emma y su marido Flap.
Pero el amor de una madre es poderoso. El amor de una madre es sacrificio, comprensión y perdón.  Y Emma dará muestra de ello cuando llega el momento de despedirse de sus hijos entes de morir. Primero cuando le pide a su amiga del alma (…) en el hospital que la maquille mucho, que sus hijos no noten  lo pálida que esta y saca fuerzas de donde ya no las hay para hablar con ellos. Y le dirá a Tommy sabe que ahora está enfadado con ella, que cuando pase su etapa de rebeldía y ella ya no este, quizá se sienta culpable por haberla odiado en estos momentos, pero cuando ese sentimiento de culpabilidad te llegue, le dice,  entonces deberá recordad que ella ya sabía cuánto la quería, que nunca dude ni por un momento que ella ya sabía el amor de su hijo por ella a pesar de sus enfados y rebeldías… ¿Puedo haber una amor tan grande de una madre por un hijo ahorrándole el futuro sufrimiento de culpabilidad que tendrá cuando se mayor y se acuerdo de lo mal que se portó con su madre en esos duros momentos?  Es el amor de madre hecho cine. Una escena devastadoramente hermosa, una madre moribunda protegiendo a su hijo de futuros males: del sentimiento de  culpabilidad.



   Para todo este tercio final de la película hizo mucho sobresaliente composición interpretativa  de Winger, donde nada hay impostado, transmite una sensación de realidad, de frescura, de ternura, que dota al personaje de Emma de una fuerza inigualable. Que unido al de Shirley y su poderosa Aurora, hacen una complementación chispeante y dramática a la vez. Un trabajo portentoso que supone un deleite pocas veces logrado en el cine y en ninguna otra película de James L. Brooks.

   Y la siguiente escena de fuerza dramática le corresponde al personaje de Shirley Maclaine, cuando ya su hija ha entrado en fase terminar irreversible: ya no puede hablar, ya no está consciente… Es el momento de la amarga espera. Y cuando llega el momento explotará en llanto su madre dando voz a la terrible contradicción existente entre el deseo de que cese la agonía de su hija y el anhelo de tenerla con vida y no tener que despedirse:

“- ¡Qué estúpida soy! Soy tan estúpida que creía que cuando todo acabara sería un alivio… ¡Mi pobre hija! …No hay nada más amargo.”

   Hasta que finalmente llega la triste paz, y cierta armonio en  la escenas finales de aquellos que aún quedan a nuestro lado y siguen dando calidez a nuestras vidas. Armonía que se trasluce en la sonrisa de Aurora al contemplar a su nieta y a su vecino el astronauta jugando…Una parte de la vida de Emma que sigue.