Estamos ante la segunda adaptación que hace el gran Antonio
Mercero de una obra de Miguel Delibes. Ya había triunfado con un enorme éxito
de público y crítico con “La guerra de papá”, y ahora lo hace con esta novela
homónima de Delibes.
Se trata de una historia con ciertos matices parecidos “El disputado voto del señor Cayo”, el abismo
entre las gentes de ciudad y las de provincias, gente urbanita con gente de
campo. “El tesoro” es una novela que Miguel
Delibes publicó en el año 1985, y en la que, como muchas de sus obras, Castilla
es el personaje permanente. Se trata de un eslabón profundo en la reflexión que
Delibes ya llevaba haciendo desde sus anteriores novelas, un episodio cargado
de hondura y seriedad, una fabula rápida y concisa, fulminante como un
latigazo.
En esta interesante
adaptación de Mercero, se mantiene fiel a la novela para sacar el contenido
profundo de una historia aparentemente simple. Se hallan restos de un tesoro
arqueológico en el pueblo, y el
ministerio de cultura manda a un grupo de arqueólogos a hacer las excavaciones
y el posible desenterramiento de las piezas. El pueblo reacciona como una
afrenta y un robo hacia lo que consideran suyo. Los campesinos van a reaccionar
como un coro colectivo hacia una ciudad representada por los arqueólogos, algunos burócratas y
políticos. Aquí Mercero carga las
tintas, los rasgos ridículos, los matices sarcásticos, trazando también alguna
caricatura severa y cruel como la del cabecilla de los campesinos interpretado
magistralmente por Alvaro de Luna.
Aunque Mercero hace
algunos cambios en el final ya que el final de la película es mucho más
violento y cruel que el de la novela, el mensaje sigue siendo el mismo. El
tesoro es un relato que dentro de su aparente sencillez oculta más de lo que
parece ofrecer.
Uno de los personajes del
grupo de arqueólogos dice refiriéndose a los campesinos: “nunca cogieron nada
que antes no hubieran sembrado. Y ahora que llega la acasión, llega un listo y
se lo quita”. Una frase que resume la esencia del pensamiento de Delibes-Mercero.
Los aldeanos de la Castilla pobre, habituados a una economía de subsistencia,
no acaban de comprender que un hallazgo aparecido en sus propias tierras, se
volatice ante sus propios ojos sin reportarles ningún beneficio. La reflexión
está servida, y si es de la mano de Antonio Mercero, muchísimo mejor.
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